Cuenta la historia que Agathe Perthois fue la inspiración y la razón por la que Florens-Louise Heidsieck, fundador de Heidsieck&Cie en 1785, se decidiese a elaborar “el vino que hace sonreír”. Con el objetivo de deslumbrar a la mismísima María Antonieta con las finas y alegres burbujas de sus vinos, consiguió que la Reina fuese la primera embajadora del espumoso.
Años más tarde, el sobrino de Florens-Louise, Christian Heidsieck, y Henri-Guillaume Piper se dedicaron a promocionar la reputación de la Maison fuera de Francia y continuaron el legado de la bodega. Tras el fallecimiento de Christian Heidsieck, su viuda contrajo matrimonio con Henri-Guillaume dando lugar al origen de la unión de los apellidos Piper y Heidsieck.
Con motivo del centenario de la casa, Peter Carl Fabergé diseñó una botella de champagne adornada con oro, diamantes y lapislázuli. Una creación extraordinaria que marcó el inicio de las relaciones entre Piper-Heidsieck y los mejores joyeros del mundo, y que la casa mantiene hoy en día.